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lunes, 11 de enero de 2010

EN MEMORIA DE ANIBAL FORD.

Pues sí, larga vida y memoria a uno de los únicos promotores de la cultura comunicológica, como bien dice Chucho, que arriesgaba y aprendía con el cuerpo, no sólo con la aguda inteligencia de su mente. Anibal había estado enfermo grave hace un tiempo. Le llamé, hablé con él a su casa en Buenos Aires, como siempre, bromeamos y nos regodeamos en la base de su siempre negrísimo y apreciable humor.


Desde que lo conocí, en una conferencia que daba Jesús Martín en Panamá hace años, nos comenzamos a divertir de lo lindo, bromeando y jugando con las frases, con el lenguaje, con las imagenes, con la velocidad de su reacción deliberadamente lenta. Explorador de vida y de letras, de ideas, le debo haberme presentado los textos de Oliver Sacks y el gusto por tangos que escuchaba en las noches por la radio. Siempre recordaré su ironía y su "cara de culo", como le gustaba decir, cuando navegabamos en delirios de palabras y risas. De otra generación, nacido en septiembre del 1934, le tocó vivir y crecer en condiciones intensas y especialmente dificiles durante varios golpes de Estado y en lo que los argentinos llaman "el proceso". Universitario militante de la inteligencia, fundador con otros de EUDEBA, una editorial universitaria que era uno de los elementos claves de la transformación de la universidad junto con Rolado García y otros. Novelista y ensayista irredento, siempre juguetón y abierto a vivir con el cuerpo todo lo que podía para después procesarlo en sus historias donde siempre el viaje y el desplazamiento pautaban la anécdota. Navegamos juntos por el delta del Paraná, manejamos juntos varios miles de kilometros en México, (le gustaba manejar como lo hacá Juan Manuel Fangio, con los brazos estirados para mejorar el control), cantamos boleros mexicanos en La Bodeguita del Medio en la Habana, preparó con Nora asados especiales --provoleta y muchas verduras-- para mí y para Mónica, y vivimos intensamente todo lo muy bueno que nos tocó. Me decía siempre que éramos muy poquitos en el campo y que ojalá pudiéramos restañar la colaboración y los intercambios con Martín Barbero y con otros. Tejedor de campos, amigo siempre. Mi querido amigo Doktor Hannibal, Almirante y Capitàn Ford, viva usted la aventura de este su viaje como mejor le plazca, que bien ganado se lo tiene. A mí, querido Hannibal, mucho me enseñaste. Mi mejor memoria, querido compañero Capitán Almirante y Doktor... Mi mejor abrazo para Nora, sus hijos, su nietos.

Jorge González



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