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viernes, 15 de mayo de 2009

La epidemia de influenza porcina en México Alerta por influenza .

Martes 28 de abril (11:55 hrs.)
Se puede hablar de una historia que no concluye
Por Mto. Gabino Sánchez Rosales (*)

El Financiero en línea
México, 28 de abril.- Hoy como hace 91 años, México se enfrenta a la influenza. Y hoy como en aquellos tiempos sufre las consecuencias de sus estrechas relaciones con su vecino, los Estados Unidos de Norteamérica, origen y causa de sus emergencias sanitarias, que hoy lo exhiben ante el mundo como el epifoco de una epidemia, cuyo elemento más perturbador para el mundo globalizado es la aparición de una nueva cepa, hasta hoy desconocida, del virus que provoca la influenza, en el marco de una nación, cuya capital y zona conurbada cuenta con una población de 17 millones de habitantes, y que hoy vive un estado de cuasi excepción ante el temor de una enfermedad altamente contagiosa, que hace inútil la utilización de las vacunas existentes contra un mal que con diferentes facetas viene atacando con virulencia a la población del mundo. Recordemos que en 1918, Estados Unidos fue el sitio de donde se expandió una epidemia de influenza vulgarmente conocida como influenza española y que diezmó a la población del planeta en el orden del 2 al 10 %. El origen, en aquella época, fue un brote que comenzó en los campos de reclutamiento de soldados que estaban siendo adiestrados para asistir al teatro europeo de la Primera Guerra Mundial, y que se encontraban estacionados en Kansas y Texas, este último estado con frontera con México. El brote de Influenza se propagó de la población del Paso, Texas a los estados fronterizos de Nuevo León, Tamaulipas, y Coahuila, a partir del 6 del octubre de 1918, bajando rápidamente por las rutas comerciales del Norte hacia el Sur del país y atacando masivamente a la población mexicana. En 1918, los médicos desconocían el origen de la enfermedad, pues solamente años más tarde, entre 1933 y 1954 se logró descubrir los tres grupos de virus A, B y C, causantes de la influenza, que en México, al inicio del siglo XX causó la muerte de aproximadamente 400 mil personas, en una época en donde en el país había una población total aproximada de 15 millones, 120 mil personas. La cifra de muertos fue muy elevada, ya que representaba entre un 2.5 y 3 % por ciento de la población total. El nuevo virus de la influenza porcina: su origen y cura Hoy como ayer, México vive un estado de emergencia, resultado de la aparición de una enfermedad, que aunque conocida, es nueva, pues, el virus causante, a diferencia de los viejos virus conocidos por nuestros abuelos, es una cepa desconocida, y que genéticamente es el resultado de una mutación, que simbólicamente representa nuestros más horribles temores respecta a la manipulación de los genes por parte de la ingeniería biotecnológica del siglo XXI. Precisemos, el virus causante de la influenza porcina que ataca actualmente a la población mexicana, es conocido en los laboratorios de investigación y control de enfermedades como A- H1N1, y es un virus que posee una estructura genómica compuesta por una parte del virus de la gripa de los cerdos de origen euroasiático y por otra del virus de la gripa que afecta a los seres humanos. En pocas palabras es un virus compuesto de gripa de cerdo y gripa de humano que puede trasmitirse de humano a humano ¿Cómo se mutó o re combinó este virus? A ciencia cierta nadie sabe, incluso, el secretario de Salud de México, José Ángel Córdova Villalobos, desconoce su origen asiático pues como afirmó: “… Pues no sé, algún mexicano que andaba por allá a lo mejor se lo trajo. La verdad que es muy difícil poder hacer el rastreo”. Ante la duda no olvidemos que la ingeniería biotecnológica existente en cualquier laboratorio de investigación genómica, puede realizar manipulaciones genéticas para ofrecer nuevas cepas de virus de la influenza. En este sentido, la epidemia que sufre México es un campo de pruebas biológico, donde existen todas las condiciones para la investigación y experimentación de nuevos agentes causales de enfermedades altamente contagiosas. En México hoy existen, enfermos y cadáveres que permiten a los investigadores de los laboratorios más avanzados de los Estados Unidos, Canadá y Europa, llevar a efecto, pruebas de detención e identificación del virus responsable de la actual epidemia, que por otra parte representa un peligro real para las economías del mundo globalizado, incluso en un nivel de desastre superior a las recién crisis financiera de los mercados mundiales. Ese es el verdadero sentido de la preocupación del Organización Mundial de la Salud respecto a lo que acontece en México, un país de economía emergente donde existe un mal “altamente contagioso” que puede ser mortal y puede originar una pandemia, es decir una epidemia que puede afectar a numerosos países, razón por la cual la OMS ha ofrecido su apoyo “a través de un Comité de Emergencia con el fin de enviar medicamentos y expertos”, (La Jornada: abril 25, p. 3) La situación es grave y la OMS ha declarado una emergencia en fase 3 sobre un máximo de 6. Hoy como en 1918, la población mexicana se enfrenta a un mal para el cual no existe un fármaco específico. De ahí, la convocatoria del Gobierno del Distrito Federal a través del Instituto de Tecnología de ofrecer un premio de un millón de pesos “a la institución o el investigador que… desarrollo la vacuna correspondiente” (El Universal: abril 26, p. a10). A pesar de lo anunciado, se olvida según los especialistas que “la producción de un biológico efectivo contra esta variante viral tardará entre seis y doce meses”. (La Jornada: abril 25, p. 3a). Pues “… como el virus es nuevo, producto de una mutación, la OMS, determinó que la vacuna no es útil, pero los antivirales tiene efectividad completa. Esto porque el virus tiene dos componentes: brisbae y euroasiático, y la vacuna sólo actúa contra el primero…” (La Jornada: abril 25, p. 3) Esta es una de las claves del ejercicio de una economía de la salud que descansa en la inequidad de las medidas terapéuticas que las autoridades federales ofrecen a la población a la cual sólo en caso de diagnostico médico positivo comprobado por estudios de laboratorios se le puede ofrecer un tratamiento antiviral. Esa es la realidad de una situación de emergencia sanitaria que ha puesto en duda la eficacia de las medidas de salud pública que se ofrecen a la población de México, que recordemos ronda los 105 millones de habitantes y para los cuales, las autoridades disponen sólo “de un millón de dosis de oseltamivir y zanamivir”, para hacer frente a una situación de excepción, que como señala el titular de Salud, “ojala no tenga una progresión exponencial, porque entonces sí vamos a batallar” (La Jornada, abril 25, p. 3) Nuevas epidemias; viejas medidas en el mundo capitalista En el estudio histórico de las epidemias siempre existen similitudes entre el pasado y el presente. Durante la epidemia de peste de 1348, que terminó con la vida de un tercio de la población europea, se utilizaron cercos sanitarios y cuarentenas entre la población de las ciudades infectadas. Durante el siglo XVI, Europa, pero en particular América sufrieron hecatombes producto de nuevas enfermedades, que como la sífilis, la viruela y el sarampión diezmaron a la población de ambos continentes. En realidad, la unificación microbiana del mundo puso en contacto a grandes poblaciones a los gérmenes que ya circulaban desde tiempos muy antiguos entre Asía y Europa, y que con el descubrimiento del nuevo mundo, encontraron en América un nicho ecológico excepcional. Más tarde, en el siglo XIX, el cólera fue la enfermedad que se propagó por el mundo siguiendo las rutas comerciales del floreciente mercado mundial. Hoy en un mundo globalizado, el temor de una pandemia de influenza es real, y por ello la OMS, ha declarado que la situación “es muy grave y tiene un gran potencial pandémico” (El País: abril, 26, p. 1) Por su parte el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de los EU, indico que: “hay que estar preparados para lo peor”. La percepción sobre lo que ocurre en México para los dueños del dinero es alarmante. Por ello, el Banco Mundial ha resuelto apoyar a México con 205 millones de dólares “para combatir la expansión del virus de la influenza porcina” (El Financiero: abril, 27, p. 1), que servirán para la adquisición de equipo epidemiológico y compra de medicamentos, en un esfuerzo colectivo que intenta frenar los efectos de una epidemia que, desafortunadamente tiene visos de ser ya una pandemia. Así los atestiguan los casos detectados en Estados Unidos, donde en Kansas, Nueva York, California y Ohio han aparecido 20 casos de influenza, que han obligado a el gobierno de Barack Obama a decretar una “emergencia de salud pública” (La Jornada: abril, 27, p. 359. En España, el gobierno ha confirmado que “al menos ocho personas, que recientemente estuvieron en México, se infectaron con el virus de la porcina”. (La Jornada: abril, 27, p. 37). Por su parte Canadá anuncio seis casos confirmados de contagio. Israel, Nueva Zelanda, Escocia y Australia, mantienen estrecha vigilancia en un indeterminado número de personas que presentaban síntomas del mal. En Inglaterra un auxiliar de vuelo de la compañía British Airways procedente de México fue hospitalizado con síntomas de la enfermedad. (El Universal: abril 26, p. a4). Las líneas aéreas que van a Europa y Asia han dado instrucciones de impedir que “pasajeros que presenten síntomas de influenza puedan realizar su viaje” (La Jornada: abril 27, p. 14) En común todas esas personas habían viajado en los últimos días al epifoco de la epidemia: México, una nación de economía emergente, que ¡oh paradoja¡ a la recesión económica que sufre – y que tendrá un importante impacto en su economía, provocando presiones en el gasto corriente y mayor caída del PIB, que actualmente ya afecta su comercio y turismo- , hoy debe sumar el dudoso privilegio de exportar un virus nunca antes conocido por el hombre. De ahí, el peso de las palabras del Director Gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, quien desde Washington, envió “su compasión al pueblo mexicano, por lo que calificó como un terrible desastre” (El Financiero: abril, 27, p. 5) El impacto de la epidemia en México: las medidas preventivas El jueves 23 de abril de 2009, el secretario de Salud de México, anunció una emergencia sanitaria en el Distrito Federal y el Estado de México, en razón de existir casos comprobados de muertes causadas por el virus de la influenza porcina. Al día siguiente, la prensa con información de las autoridades, indicaba que en “20 de los caso de 68 muertos estaba confirmada la presencia de la cepa recién descubierta”. (La Jornada: abril, 23, p. 3) La situación era de alarma, pues los casos detectados “en el Distrito Federal y la zona conurbada son mil cuatro, incluyendo a los pacientes del IMSS”. Frente a ello, las autoridades ordenaron, pasando por encima de las atribuciones del Consejo de Salubridad General, instancia federal encargada del manejo de las situaciones de emergencia sanitaria, una serie de medidas como la suspensión temporal de clases en los niveles de primaria y secundaria. A esa iniciativa se sumó la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, suspendiendo sus actividades. Por su parte el gobierno del Distrito Federal, amplio las medidas, indicando a través de su Secretaría de Salud que las clases se suspenderían hasta nuevo aviso, y recomendando a las personas evitar asistir a cualquier evento público. La medida se amplió a través de la Secretaría de Gobierno, al ordenar la “suspensión temporal de actividades, durante el tiempo de la contingencia… en los establecimientos mercantiles ubicados en las delegaciones del Distrito Federal que operan como restaurantes–bares, bares, lounge, cabarets, centros nocturnos discotecas y salones de baile… que constituyen un riesgo para la seguridad y salud de los concurrentes”. (El Universal: abril 23, p. 5). A partir de esto, otras actividades fueron canceladas en los días siguientes como fue la realización de conciertos de música, funciones de cine y teatro, y todo evento público donde se concentren cientos de personas, como serían los partidos de futbol que fueron jugados en estadios sin público y a puerta cerrada. Asimismo las bibliotecas públicas, también fueron cerradas y algunas oficinas gubernamentales, dedicadas a la impartición de justicia, como sería la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, el Tribunal Superior de Justicia y el Consejo de la Judicatura Federal cerraron sus puertas. La referencia es obvia; ¡Ya se sabe en México la justicia puede esperar¡ Incluso las medidas por la epidemia se extendieron a la suspensión de los actos religiosos, pues la Arquidiócesis Primada de México canceló la misa en la Catedral Metropolitana y en todas las iglesias del Distrito Federal. Agréguese a lo anterior que el Presbítero de la Catedral, como en los viejos tiempos coloniales realizó una “procesión que con la imagen del Cristo de la Salud -la cual tiene 300 años en el reciento religioso- se realizó alrededor de la Catedral Metropolitana” (La Jornada: abril, 27, p. 13) Cabe recordar que la imagen, la última vez que salió del templo fue en 1850 cuando el cólera azotaba a República. Hoy, la epidemia no cede, e incluso en términos de número, los casos aumentan, pues hasta el 27 de abril se han detectado 1384 personas atacadas por la influenza. (La Jornada: abril, 27, p. 3) Viejas medidas, viejos problemas: la eficacia de las medidas preventivas La adopción de medidas contra la influenza, incluye como siempre en la historia de las epidemias, medidas de excepción. Tal es el caso del reciente decreto oficial que faculta a la Secretaría de Salud de México a establecer “el aislamiento de personas que puedan padecer la enfermedad y de los portadores del germen de la misma por el tiempo que resulte estrictamente necesario…” así como el ingreso de las autoridades “a todo tipo de local o casa habitación para el cumplimiento de actividades dirigidas al control y combate de la epidemia”. Debemos recordar que coerción oficial es un ingrediente permanente de las recetas preventivas contra las enfermedades epidémicas. Así lo muestra su historia y lo corroboran los hechos ordenados por el Consejo Superior de Salubridad de quemar la ropa y chozas, como el traslado forzoso de población en Mazatlán durante la epidemia de peste bubónica de finales de 1902 y principios de 1903. En 1918 durante la epidemia de influenza española, el Departamento de Salubridad ordenó estricta cuarentena a buques y pasajeros que llegaran a los puertos del país. En 1850, durante el cólera, las autoridades prohibieron las reuniones públicas y todo consumo de frutas y carne de cerdo. En su conjunto esas medidas, nos recuerdan la actitud de los florentinos y venecianos que ante la peste pusieron en marcha políticas de sanidad que se sintetizaron en el famoso lema: Oro, Fuego y Horca. Oro para los costes, fuego para las casas y horca para los peligrosos. Medidas extremas para contener enfermedades, que como la peste, el cólera o influenza no respetan edad, condición, ni sexo. De ahí que desde tiempos atrás se recurra a la Ideología del Control y Orden para enfrentar las contingencias. Esto sucedió en Milán en 1374, cuando se impuso una cuarentena a la población. En 1400, en Florencia impuso el Pasaporte Sanitario, para controlar el movimiento de población entre regiones limpias e infectadas. Todo esto, aunque relativamente eficaz, oculta la situación de fondo. Ninguna autoridad o nación tiene un sistema preventivo eficiente para enfrentar a las enfermedades epidémicas, que como emergencias de salud pública revelan las fallas y tensiones de las sociedades que cruzan. Así lo muestra la situación actual. El decreto del gobierno mexicano hace evidente de lo que se carece para enfrentar a la influenza. El artículo VI señala: “La adquisición a nivel nacional o internacional de equipo médico, agentes de diagnóstico, material quirúrgico y de curación, y productos higiénicos, así como todo tipo de mercancías, objetos, bienes y servicios que resulten necesarios para hacer frente a la contingencia… por las cantidades y conceptos necesarios para afrontarla”. (Diario Oficial de la Federación: abril 26, p. 1. Esta confesión de muto propio, indica a las claras que el millón de dosis de antivirales no es suficiente. México tampoco cuenta con el equipo médico y de diagnóstico suficiente para determinar con eficacia los casos de influenza, que han obligado al Gobierno del Distrito Federal, entidad donde mayormente ha aparecido casos a ofrecer un millón de pesos “a la institución o el investigador que presente un método eficiente de diagnóstico de la influenza”. (El Universal: abril, 26, p. a10) La situación parece tan grave que entre líneas puede leerse que incluso no se cuenta con la cantidad indispensable de cubre bocas, que hoy en las calles de la ciudad tienen alzas del 500 %, en su precio normal. De ahí, el escepticismo y dudas sobre la eficacia de planes como el DN- III puesto en marcha por el Ejército mexicano, y que forma parte de las medidas preventivas puestas en marcha desde el jueves 23 de abril, por las autoridades de México. Cabe decir, que estas se realizaron diez días más tarde de que se conoció el primer caso, en Oaxaca, y que le han merecido severas críticas por parte de la comunidad internacional ante la tardanza en la aplicación de medidas preventivas y alerta sobre la existencia de influenza, que como una bomba de tiempo va estallando en los países que tienen relaciones con México. De ahí también el escepticismo de los habitantes de la ciudad respecto a las palabras oficiales de que “la población debe estar tranquila porque la influenza es curable, tratable y existen los medicamentos para hacerle frente”. (La Crónica: abril 24, p.6) El miedo: escenario que viene . Las epidemias alteran la vida de los seres humanos produciendo miedo y temor, pues nadie está a salvo de ellas. Son como agentes invisibles que tocan con sus efectos a las personas que por azar se cruzan en su camino. Esto es evidente, en la ciudad de México, la gente tiene miedo, y de modo extraordinario, en una población que regularmente está acostumbrada al relajo y a lo lúdico, hoy priva el silencio y nadie festeja. Las calles lucen desiertas, los cines y las populares cervecerías y cantinas están cerrados y las gentes se miran unas a otras con recelo. Toser y escupir en una ciudad que tiene amplios márgenes de contaminación ambiental y grandes cantidades de basura es un signo de cercanía con la influenza. La epidemia asusta a la población que no sale de sus casas sí no es por necesidad. Las farmacias son los únicos comercios que están llenos de gente que hace compras de pánico de complejos vitamínicos. Los populares limones y guayabas frutos ricos en vitamina C son artículos que se utilizan como exorcismos frente a la enfermedad que no se ve pero se siente. La vida de la gran capital, una macro urbe asentada en el lecho de un antiguo lago prehispánico, hoy inexistente y que alberga a la ciudad más grande del planeta con un total 17 millones de habitantes, se ha trasformado. Aunado a ello los temblores, como el que sucedió el día lunes a mediodía imprimen un mayor miedo a la gente que ha dejado de hablar y que ahora se cubre la boca. Es difícil creer que en los días siguientes, concretamente a partir del 6 de mayo la emergencia terminará. Es más probable que la situación continúe por más días e incluso semanas. Ya que las epidemias cualesquiera que sea el lugar donde se presenten muestran un patrón regular de comportamiento que se inicia con su aparición, detección, control y erradicación. Sin embargo aún faltan dos ingredientes en este escenario que nos remite a lo peor de la historia de las epidemias. Primero ¿quién gana con la epidemia? Sobre este punto han aparecido dos compañías farmacéuticas Roche y Glaxo Smith Kline que anuncian que tienen reservas de antivirales y que ya están en contacto con las autoridades mexicana. Más en lo político ¿quién gana? Esto es más difícil de responder, en un escenario donde existe un gobierno con graves problemas de eficacia. Finalmente, la última cuestión, ¿en esta ocasión a quien se le echara la culpa del origen del mal? ¿Quién será el responsable de lo que sucede? Los chinos fueron culpados en la epidemia de peste bubónica de 1902, Los judíos fueron señalados como el origen de la peste en la edad media, un negro trajo la viruela a América en el siglo XVI, y los indígenas americanos fueron los responsables de la aparición de sífilis en Europa, más recientemente, el pensamiento popular creía que los homosexuales eran los responsables de la aparición del SIDA. Hoy los favoritos parecen ser los inmigrantes mexicanos que se encuentran en Estados Unidos y varias partes del mundo. Sin embargo. Hoy nada sabemos. Fuentes: El Financiero, La Jornada, la Crónica de Hoy, El Universal, El País, Diario Oficial de la Federación. (*) Profesor del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina. Facultad de Medicina. UNAM. México. El autor también es responsable de los siguientes trabajos: La epidemia de influenza española de 1918: aproximación a una historia compartida México- EUA. En Boletín de la Sociedad Mexicana de Historia y Filosofía de la Medicina. 2ª. Época. Volumen 3, núm. 2, año 2000, pp. 17-25. El modelo histórico epidémico: el caso de la peste bubónica en Mazatlán, 1902-1903. En Laura Cházaro. Medicina, ciencia y sociedad en México, siglo XIX. El Colegio de Michoacán, Universidad Michoacana de san Nicolás de Hidalgo. 2002, pp. 137-158. La epidemia de cólera en 1850 en la ciudad de México. Tesis de Licenciatura en Historia, 1997. Facultad de Filosofía y Letras. UNAM. 1997, 193 p.
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